Podría
escribir hasta aburrirme sobre lo que significa la palabra
“peluquería”, sin embargo no podría describir el ciclo
formativo que a día de hoy realizo sin que mis lectores sepan lo que
significa. Para aquella persona ajena e ignorante -las cuales hay por
doquier-, la peluquería es quizás una de las profesiones más
fáciles, tristes e insignificantes que puedan existir, sin embargo
no saben que su imagen sin ella se vería reducida a cenizas. Este
tipo de personas cree que ser peluquero no es más que lavar
cabellos, teñir o peinar a la primera clienta que entre por nuestra
puerta, sin tener en cuenta todo el contenido que abarca, la
elegancia que se debe alcanzar para ser respetado y sobre todo, que
para llegar a tal puesto no eres nadie si careces de pasión por
dicha maestría.
Llegados
a este punto, podría describir dicha profesión como el arte de
transformar, mejorar o incluso rehabilitar el cabello de una persona,
en cuyo caso sería una clienta que paga por la calidad de nuestro
servicio, puesto que nadie acude a un salón de peluquería pudiendo
servirse a sí misma en la intimidad de su domicilio. Comparar
peluquería con arte podría ser confuso o quizás desequilibrado,
pero las personas que aman este mundo saben que la cabellera a tratar
es su lienzo y sus manos son su único pincel. Como mencioné en el
párrafo anterior, no puedes realizar un recogido sublime, una
higiene capilar perfecta o un color único si no tienes verdadera
pasión por lo que realizas, sería como intentar escribir esta
redacción con un bolígrafo sin tinta. De eso se trata lo que a esta
profesión se refiere. Desde el primer día de clase se debe tener
muy claro que para ser un artista de la peluquería y llegar a ser
alguien, debes labrar tu nombre y trabajar minuciosamente para no
defraudar a tu clientela, puesto que un artista sin nombre es un
artista sin futuro.
Como
toque final, quisiera personalmente animar a todo aquel que tenga
pasión por nuestra futura profesión -ya sea en un salón o de
cualquier modo relacionado- para que no tenga miedo a entrar, los
prejuicios nunca serán buenos si quieres alcanzar la cima; como
diría Isabel Ponce, “ayúdanos a tener una FP con clase”. Os
esperamos nada más entrar al centro, fondo a la derecha pasando por
la pecera.
© Jesús Guerrero Vázquez
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